El legado de Afrodita



“¿De qué hablamos *

cuando hablamos de amor…?”



Habrá de decirse ahora mismo y sin perder más tiempo, que el único, infalible y verdadero afrodisíaco posible es el amor.
De aquí en más, hablarán psicólogos, biólogos, mitólogos, teólogos, neurólogos y todos los “logos” que puedan y quieran hablar.
Sin embargo, amigos lectores, conviene insistir: no hay mayor estimulante que el amor.

La extraordinaria máquina del amor, cuyo motor es el deseo, puede encender la pasión más insignificante con sólo un beso.
Por eso, el único experto avalado para conjeturar acerca de tan mentado asunto, no es otro que el buen enamorado.
Y si de hábiles y esmerados amantes hablamos, nadie más entendido que un poeta para que nos abra la puerta de la habitación del placer…

"A veces, cuando saciado el placer, el olfato cansado como los demás sentidos, sobre la almohada me adormezco y mis ojos se mueren en dirección a un rostro extinguiéndose así recuerdos y presagios… Entonces, del entrelazamiento de las piernas y los brazos, de los pies dulces que se besan bajo las sábanas húmedas de esa languidez tan voluptuosa sube un gusto a humanidad que me avergüenza un poco, pero tan bueno, tanto, que uno desearía comerlo."





Afrodisíaco
enlace entre Gula & Lujuria

Los seres humanos de todas las culturas y en todas las épocas se han visto interesados en prolongar y acrecentar el deseo y en esa inagotable búsqueda han ganado este aliado incondicional que es el afrodisíaco.

Afrodisíaco es todo aquello que aumente el apetito sexual. Debe su nombre a “Afrodita”, diosa griega del amor, nacida del mar después que Cronos castró a su padre y lanzó sus genitales al agua.
Quizás por este motivo los mariscos gozan de un lugar de privilegio entre los afrodisíaco ya que, al igual que Afrodita, nacen de las profundidades del mar.
Lo cierto es que al momento de estimular nuestra libido intervienen todos los sentidos, no solo el gusto sino también el olfato, la vista, el oído y el tacto. Eso significa que una cierta melodía, un perfume o un cuadro con formas sugestivas podrían resultarnos estimulantes.

¿Por qué entonces, solemos relacionar a los afrodisíacos casi con exclusividad a los alimentos?

Resulta inevitable realizar esta asociación ya que el vínculo entre la comida y el goce sensual radica en que ambos satisfacen los instintos más primarios.

Sigmund Freud (padre del psicoanálisis) lo ilustra con impecable claridad:

“(…) Viendo a un niño que ha saciado su apetito y que se retira del pecho de la madre con las mejillas enrojecidas y una bienaventurada sonrisa, para caer enseguida en un profundo sueño, hemos de reconocer en este cuadro el modelo y la expresión de la satisfacción sexual que el sujeto conocerá más tarde.”

Desde la lactancia surge pues, una asociación inconsciente del acto de alimentar con el afecto. Es por ello que el poder afrodisíaco de un alimento es totalmente subjetivo. Podemos hallar tantos afrodisíacos como encuentros amorosos se hayan concretado.

Se disparan en nuestra mente por asociación, por analogía o por sugestión.
Aquellos que por su forma se asemejan a las partes íntimas femeninas o masculinas funcionan por analogía: una ostra hinchada y húmeda o un higo abierto de rojo intenso y tierno interior en afinidad con una vulva o los fálicos espárragos consumidos enteros, con la punta de los dedos de a pequeños mordiscos.

Otros ganan su calidad de afrodisíacos al asociarlos con algún suceso vivido o presenciado. Digamos entonces, por citar un ejemplo, quién podría encontrar propiedades estimulantes en un pedazo de hielo… pero si ese pedacito de hielo lo ubicamos en el ombligo de Kim Bassinger para rendirse a los juegos amorosos de Mickey Rourke seguramente lo transformaremos en un objeto sumamente erótico.

Los afrodisíacos que actúan por sugestión suelen ser los elegidos por los amantes más osados. Aquellos que fantaseen con tener la fuerza y vigorosidad de un toro seguramente sucumbirán ante un plato de criadillas con la sugestiva idea de que al consumir los testículos del animal les transfiera todo su vigor.
Pero, si bien algunos tienen su fundamento científico la mayoría actúan por impulso de la imaginación.

Por eso no es necesario ser un habilidoso cocinero ni un excelente amante, solo habrá que dejarse llevar y explorar nuestras fantasías más ocultas sin dilatadas concesiones.
Planear un encuentro lleno de lascivas intenciones y febriles recursos para al fin entregarse a un desvarío puramente erótico. Y al fin, orillando la exasperación, procuraremos con hábiles retrasos prolongar el placer hasta sentir el gusto del delirio y el perfume del sosiego.

Te dejamos aquí mismo, la posibilidad de descargar y leer el suculento y entretenido libro de Isabel Allende, “Afrodita, cuentos, recetas y otros afrodisíacos”, Editorial Sudamericana.


Como para ir leyendo:

“(…) Los afrodisíacos son el puente entre gula y lujuria. En un mundo perfecto,
supongo que cualquier alimento natural, sano, fresco, atractivo a la vista, sabroso y liviano —es decir, las mismas virtudes que uno desea en su pareja— sería afrodisíaco, pero la realidad es bastante más enrevesada. En la búsqueda incansable de fortalecer el frágil miembro masculino y curar la indiferencia de las
mujeres distraídas, se llega al extremo de tragar polvo de cucarachas. El estudio de las virtudes estimulantes de los alimentos es tan antiguo que se pierde en la noche de civilizaciones enterradas desde hace siglos…”


Isabel Allende
***

Nuestra receta

Voluptuosas redondeces de canela y miel










Ingredientes

2 claras de huevo
100 gramos de azúcar
250 gramos de crema de leche
3 cucharadas de miel
1 cucharadita raza de canela molida
½ cucharada o ½ sobrecito de gelatina sin sabor
2 cucharadas de ron o brandy
50 gramos de nueces

Preparación


Bata las claras con el azúcar hasta formar un merengue.
Aparte bata la crema a medio punto.
Hidrate la gelatina sin sabor con 4 cucharadas de agua.
Lleve a fuego suave para disolverlo, sin dejar de revolver hasta que llegue a 21ºC (tibio al tacto).
Retire del fuego y agregue dos cucharadas de ron o brandy.

Procedimiento

Mezcle el merengue con la miel, la canela y las nueces picadas no muy chicas.
Agregue la gelatina sin sabor y mezcle nuevamente para integrar la receta.
Por ultimo incorpore la crema y mezcle.
Lleve a freezer hasta el momento de servir.

Nota
La cantidad de gelatina recomendada es para servir el postre en copas. Si desea moldearlo tipo torta helada debe usar 1 sobrecito o 1 cucharada de gelatina sin sabor.
La calidad de las materias primas son un factor muy importante para el éxito de esta receta. Asegúrese de comprar crema de primeras marcas y nueces bien frescas.

+info sobre cocina afrodisíaca


Informe de Natalia Jaime y Natalia Lucas

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